miércoles, 14 de mayo de 2014

Jaime Siles, Cuatro sonetos


Alina Moine

Himno a Venus

Amor bajo las jarcias de un velero,
amor en los jardines luminosos,
amor en los andenes peligrosos
y amor en los crepúsculos de enero.


Amor a treinta grados bajo cero,
amor en terciopelos procelosos,
amor en los expresos presurosos
y amor en los océanos de acero.


Amor en las cenizas de la noche,
amor en un combate de carmines,
amor en los asientos de algún coche,


amor en las butacas de los cines.
Amor, en las hebillas de tu broche,
gimen gemas de jades y jazmines.

Mayo del 68
La falda resbalaba
por el fucsia frambuesa
de sus medias. La lava,
por su tez de tigresa.


Nevaba, sí, nevaba
una canción francesa.
Por su boca marchaba
la armada japonesa.


Era París en mayo
Boticelli: la diosa
que surgía del tallo.


Cimabué. Cimarosa.
Libertad: aquel rayo
de pestaña furiosa.

Variación barroca sobre un tema de Lucrecio
I


En una noche nos hacemos viejos
y, al despertar al mundo, la mañana
en la luz del cristal de la ventana
nos clava, como insultos, sus reflejos.


Los ojos en el agua son espejos
de la memoria llena de gris grana
y la palabra, para siempre cana,
nos deja sus acentos circunflejos.


En el lavabo de las horas lavo
el hollín de los días. Las semanas
dejan cal en el cuerpo; ladeada,
la sombra de los años; ignorada,
la inteligencia de las cosas vanas:
el grifo, el jabón, este lavabo.



II


El grifo, el jabón, este lavabo
adelantan la ciencia soberana
del existir: mirar por la ventana,
ver cuántas cosas cada día lavo.


Un resplandor de rayas, rojos lagos,
una copa, un libro, una mañana
de otro rostro mirando en la ventana
el mismo gris de sus contornos vagos


me hacen saber que acentos circunflejos,
auroras grises de los días, granas
sombras inmovilizan los espejos;
que somos el rumor de los reflejos
de las horas, los días, las semanas
y que una noche nos hacemos viejos.