Querido lector: escribir a estas horas de la vida acerca del célebre Soneto de Violante, de Lope de Vega, que comienza: "Un soneto me manda hacer Violante..."; escribir sobre los sonetos del soneto, o sea aquellos en que se trata del soneto, dando seria o festivamente normas para escribirlo; escribir sobre los sonetos al soneto, es decir, aquellos en que se celebran su gracia y su belleza; o escribir sobre todo esto, digo, quizás parezca un tema baladí e intemporal, o una simple antigualla, sin importancia alguna. Sin embargo, no es un quehacer del todo despreciable ni intrascendente. Por el contrario, no deja de tener cierto encanto en las crónicas de las letras colombianas, ni deja de proporcionarnos curiosidades o sorpresas. Por algo, en día reciente, el escritor Daniel Samper Pizano, en su artículo "Sobras maestras", hizo una brevísima reminiscencia del ingenioso don Ricardo Carrasquilla. Apenas un abre bocas.
Este patriarca del siglo XIX, miembro de la famosa tertulia bogotana denominada El Mosaico y autor de meritorias obras de carácter festivo, quizás fue el primero que se ocupó del mencionado soneto de Lope de Vega. Efectivamente, Carrasquilla, poeta de estilo jocoso, dió plena muestra de su ingenio al poner en octosílabos y hexasílabos el referido Soneto de Violante. Y lo hizo en esta forma:
Extracto de un soneto de Lope de Vega
Soneto pide Violante:
nunca me vi en tal aprieto;
son los versos del soneto
catorce, y van tres adelante.
No pensé hallar consonante,
tengo uno y medio cuarteto.
Si llego al primer terceto
no habrá cosa que me espante.
Al primer terceto entrando
voy, tal vez con el pie derecho,
pues que ya fin le voy dando.
Llegué al segundo, y sospecho
que ya lo estoy acabando:
contad catorce, está hecho.
Primera dilución
Soneto, Violante,
¿me pides? ¡Qué aprieto!
Ya van del soneto
tres versos delante.
Hallé consonante,
hay medio cuarteto;
si llego al terceto
no habrá quien me espante.
Al terceto entrando
voy con pie derecho,
pues fin le voy dando.
Amiga, sospecho,
que estoy acabando.
¡Caramba!, está hecho.
Al pie de estos sonetos, Carrasquilla hace esta anotación: "Por medio de diluciones sucesivas puede lograrse que este soneto se componga de catorce versos monosílabos; lo cual, si no se consiguiera en castellano, podría obtenerse fácilmente en chino, que entre otras ventajas tiene la de que nadie lo entiende". Por esa época inventó, además, un Soneto al revés, que comienza de este modo:
Musa, al revés hagamos un soneto;
es decir, comencemos la tarea
por escribir el último terceto.
No contento con las anteriores creaciones de su ingenio, Carrasquilla creyó conveniente dar una Receta para hacer sonetos, propósito que realizó de esta manera:
Ocho vocablos buscarás, diversos,
que acaben cuatro con oso i cuatro en unta,
para engastarlos todos en la punta
de ocho renglones que se llaman versos.
Entre adjetivos mil, los más perversos
en derredor de tu tintero junta,
i a cada sustantivo dos le ayunta;
i párrafos tendrás puros i tersos.
Los dos cuartetos acabaste? En alo
recluta dos palabras, dos en unto;
i un terceto tendrás que dé regalo.
Antes que ponga a mis preceptos punto,
será bueno advertirte que no es malo
buscar para el soneto algún asunto.
Primera diluición
Busca vocablos diversos
que acaben en oso i unta,
i engástalos en la punta
de ocho que se llaman versos.
Entre adjetivos perversos
los más detestables junta;
de dos en dos los ayunta
i obtendrás párrafos tersos.
A fin de que den regalo
los tercetos, pesca en unto
dos voces i dos en alo.
Antes de que ponga punto
advertiré que no es malo
que tenga el soneto asunto.
egunda diluición
Vocablos diversos
que acaben en unta
i en oso, en la punta
pondrás de los versos.
Vulgares, perversos
epítetos junta;
con ellos ayunta
los nombres dispersos.
Harás de regalo
tercetos, en unto
rimando i en alo.
Antes que dé punto,
sabe que no es malo
buscar un asunto.
Las respuestas a esta Receta no se hicieron esperar. Así, Pedro A. Isaza, desde Medellín, le respondió con un soneto y dos diluiciones. El soneto dice así:
Teniendo, como tengo, la receta
que en El Hogar nos diera Carrasquilla,
cuatro vocablos, que recluto en illa
y otros que acaben, por supuesto, en eta.
La tiendo ¡qué Demonios! de poeta,
pues me parece cosa muy sencilla
escribir un romance, una letrilla
y fabricar también una cuarteta.
De los ocho salí; pero lo malo
es que faltan los tres que hagan en unta,
que es difícil hallar, y tres en alo.
Para ponerlos todos en la punta
de los versos que forman el regalo,
que sin asunto le dedico a Asunta.
Y desde Pasto, con fecha 11 de mayo de 1868, Juan Manuel Lleras, fecundo versificador, le contesta con un soneto, tres diluiciones y una "dinamización". El soneto viene de este temple:
Ocho vocablos ya busqué diversos:
cuatro acaban en ersos, cuatro en unta,
i voy a colocarlos en la punta
de ocho que voi a ver si salen versos.
O los que dan recetas son perversos,
a quienes Dios crió y el diablo junta,
o buena ha de salirnos cada yunta
dando párrafos puros i bien tersos.
Acabé los cuartetos. Ahora en alo
se buscan dos palabras... dos en unto...
para hacer los tercetos ¡buen regalo!
Al terceto primero puse punto,
i para que este no me salga malo,
bendecir la receta es el asunto.
Doblando estos pasatiempos literarios del siglo XIX, pasemos a un caso ciertamente extraordinario del siglo pasado. El ingenioso escritor nariñense Víctor Sánchez Montenegro, quien disfrutó, además, de una pasmosa facilidad para versificar, en el interesante ensayo "Los sonetos del soneto" nos sorprende con quince sonetos a manera del de Violante, soneto que transformó en diferentes metros, desde el alejandrino hasta dejarlo en una sola sílaba. Contentémonos con el nomosilábico:
¡Qué!
¿So ............... ¿No
ne- .:.............. lo
to? ................ ves?
Yo
me ................. Ya
me-. ............... es
to. ................. tá.
Como si lo anterior fuera poco, al desocupado poeta que hizo toda esta versificación no le faltaron arrestos para sorprendernos con el soneto más corto de la literatura colombiana y creemos que de la universal; además, valga la paradoja, con el título más largo. Cuando alguna vez, el inolvidable Argos, desde su columna "El Sanalejo de Argos", de El Colombiano, inquirió por el soneto más corto, al punto le enviamos el microscópico soneto que contiene, en total, seis palabras y 17 letras. Se debe leer fonéticamente. Veámoslo:
Historia de un águila caudal que en su soberbia jupiterina quiso conquistar el sol, y con toda la fuerza de sus remos de acero surcó el espacio y llegó a tanta altura que los rayos del astro quemaron sus alas. Entonces, el ave orgullosa cayó a tierra, pa-gando en esa forma su atrevimiento, como ejemplo para todos los audaces que sin mérito alguno pretenden conquistar un imposible
¡K-
b- ............... ¡C-
c- ............... k-
a! ............... e!
¡A
le ................ ¡Oh!
t- ................ ¡K-
a! ................ yó!
Aunque en las modalidades señaladas en un comienzo los sonetos abundan, creemos oportuno hacer memoria de algunos hechos curiosos en torno del tema propuesto. A comienzos del siglo XX, en una velada literaria de la Sociedad Arboleda, en Bogotá, Juan de Dios Bravo hace una intervención en defensa del soneto, a la cual, en otra "cuasi improvisada", Antonio Otero Mesa le da respuesta con siete sonetos. El primero es de este sabor:
Señores contestaré
al defensor del soneto,
en sonetos que someto
a las leyes que escuché.
Desta manera prometo
que al menos satisfaré
a un socio de quien ya sé
que será un socio completo.
Verdad que no pienso yo,
en cuanto al soneto incumbe,
como el nuevo socio habló.
Mas esto no importa un bledo;
y aunque mi opinión sucumbe,
he de hablar según su credo.
A fines de noviembre de 1903, en la célebre Gruta Simbólica de Bogotá, escenario en donde se hizo gala de talento, gracia, arte y salero, se celebró un concurso de sonetos, con la participación de catorce contertulios, a saber: Víctor Martínez Rivas, Julio Flórez, Alfredo Gómez Jaime, Delio Seraville, Enrique Alvarez Henao, Federico Rivas Frade, Rafael Espinosa Guzmán, Daniel Arias Argáez, Clímaco Soto Borda, Pacho Valencia, Francisco Restrepo Gómez, Antonio Quijano Torres; y remató este memorable certamen Carlos Villafañe, al cabo de cuya intervención Jorge Pombo, brillante e ingenioso como pocos, brindó por los catorce sonetistas de la Gruta, e irrumpió de este modo:
Catorce versos forman los sonetos;
catorce bardos con primor los hacen;
catorce estrellas en la "Gruta" nacen
que iluminan a incrédulos sujetos.
Veintiocho veces escuché cuartetos
que en verdad, plenamente satisfacen
a todos los poetas que aquí yacen
esperando principie los tercetos.
¡Estoy en ellos! El temor me invade
de improvisarlos ante Rivas Frade,
Valencia y Gómez. ¡Me metí en la gorda!
Mas... llegué al último. ¿Podré sacarlo?
¡Si no puedo, que vengan a acabarlo
Julio Flórez, Restrepo y Soto Borda!
En 1947, el poeta samario Rodrigo Noguera publica el libro Música y lumbre (Sonetos ejemplares). En estas páginas sobresale el aparte titulado "El soneto (canto didascálico)", que comprende un conjunto de catorce sonetos dedicados al soneto. El primero es de este tenor:
¿Preguntas qué es soneto, reina mía?
El espacio, la luz, el firmamento,
y los astros en raudo movimiento
brotaron de la nada un bello día.
El hondo mar, las fuentes y la umbría,
el bruto, el pez, las aves en el viento,
continuaron de Dios el pensamiento
en la segunda estrofa que El hacía.
En la Tierra plantó jardín fragante,
y, ya pulido el postrimer cuarteto,
hizo al hombre a su imagen semejante.
Pero, faltando el último terceto,
buscóle Dios a Adán su consonante,
rimó con Eva y concluyó un soneto.
En fin, es considerable el número de sonetos del soneto y al soneto de poetas colombianos. Entre otros tantos, que pasan de un centenar, recordemos los nombres de Rafael y Manuel Pombo, Jorge Isaacs, José María Rojas Garrido, José María Samper, Miguel Antonio Caro, Luis Carlos López, José Joaquín Casas. De todo este acopio de sonetos sonetiles, llama la atención el titulado "Un mundo por un soneto" de Isaacs, el cual comienza con un terceto, le siguen los dos cuartetos y remata con el otro terceto.
Las concepciones del soneto son diversas, originales y, por demás, entretenidas. Contamos con sonetos al revés, de pie forzado, con estrambote y a doble rima; sonetos con o sin a, y así sucesivamente con las otras vocales; sonetos sin adjetivos y sin verbos. De un poeta inconforme hallamos un "Zoneto cin hortografía"; y a otro se le ocurre hacerlos con colores: soneto blanco, gris, azul, rojo, amarillo, tricolor, lila y plateado. Algún ingenioso profesor, a la pregunta de una niña sobre ¿Qué es soneto?, le respondió con dos sonetos: uno con arreglo orquestal, y el otro con solo tiple. Y, quién lo creyera, otro acucioso bardo del siglo XIX escribe un soneto dedicado a una señorita a quien le costaba dificultad pronunciar la erre. Otro empedernido sonetófilo, Rafael Ortiz González, en su libro Los rostros de la rosa, recoge la módica suma de 116 sonetos a la rosa. ¿Para qué más?
Aunque la devoción por el soneto, más aún, por el soneto clásico, ha venido a menos, nosotros creemos en su inmortalidad. Con razón se le ha llamado "paraíso cerrado para muchos, jardín abierto para pocos". Y creemos, así mismo, en la supervivencia de no pocos sonetos de renombrados poetas colombianos y de algunos ignorados u olvidados. ¿Acaso el mismo Gabriel García Márquez no soneteó en sus días de juventud?
"Y pasarán los años y los años --escribe Dámaso Alonso--, irán modas, vendrán modas y ese ser creado, tan complicado y tan inocente, tan sabio y tan pueril, nada, en suma, dos cuartetos y dos tercetos, seguirá teniendo una eterna voz para el hombre, siempre igual, pero siempre nueva, pero siempre distinta. Tan profundo como el enorme misterio oscuro de la poesía, es el breve misterio claro del soneto".
Fuente: http://www.lablaa.org