Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido:
su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Excelente.
ResponderEliminarCaro Henrique, obrigado por pasar!
ResponderEliminarUn clásico donde los haya.
ResponderEliminarRealmente los sonetos de Quevedo son caso aparte. Censurados algunos de ellos a lo largo del tiempo, por escatológicos, lascivos y guarros, es el pionero de una tendencia que ha aflorado en el siglo XX en varias generaciones. Lo asquerosamente romántico que titulé yo en un reportaje que hice para !La polla en verso!
Un placer, pasearme por aquí.
d.b